Se despereza de tanto en tanto, recorre el album de fotos,
de vez en cuando da un trago y sigue mirando, en su cara se delatan
los signos de tortura, llora tirado sobre la manta y gime como un delirio,
siente patadas en el centro del corazón, esos simples trozos de papel
le desafiaban, se adelantaban hacía sus entrañas. Necesitaba salir a la
calle, fue al espejo de la entrada y decidió quedarse en casa,
su fachada daba escalofríos y la gente desviaría los ojos de él por
pura compasión. Volvió hacía la habitación y se quedó mirando
en la ventana, pero ya no tenía ningún interés, él, que siempre
quería verlo todo, saber todo, sentir todo, que se negaba a morir
sin conocer el conjunto que le rodeaba hasta por dentro, de eso
ya no quedaba nada, eso desapareció cuando estaba tan borracho
que sangraba whiskey y lloraba vino, la noche se le echó encima
como si se lo fuera a tragar, su cerebro desconectó se quedó junto
a lo fugaz, junto a lo que ya no existe cuando se piensa, junto a lo
que si se nombra se destruye, junto con sus estribos de aire amargo
para escarcharle la vida, la ciudad descansaba ensombrecida, los
cines nunca más volverían a proyectar sueños, proyectarán
su camino de pasos coronados de polvo, mientras el se queda
dormido con el poema más cruel de la habitación.